Nunca pensé que el ejercicio podría salvar mi vida

En el blog de hoy presentamos a Cristina, participante del programa MAAM desde su diagnóstico hasta la vuelta a su rutina… algo más de dos años es lo que hemos compartido.

¿Cómo te encontrabas cuando te diagnosticaron el cáncer de mama? ¿Cómo lo afrontaste?

Siempre he llevado un estilo de vida sano, y al comienzo me resultó difícil creer que el diagnóstico fuese acertado. No me sentía cansada, salvo los meses de lactancia por las faltas de sueño, ni tampoco sufría dolores salvo los típicos de espalda por el peso de los embarazos. Pero al ca

bo de un tiempo acepté la mala noticia sin perder mi espíritu luchador y positivo. Tranquilizaba a los demás y decía que sólo se trataba de un paréntesis en mi vida.

¿Realizabas ejercicio antes de conocernos? ¿Sabías que el ejercicio físico te podía ayudar?

Nunca he sido una persona especialmente deportista. He tenido épocas en mi vida en las que algo he practicado. En el colegio, a pesar de mi constitución delgada, era pésima en educación física. Realmente el ejercicio no es algo que me haya atraído.

Pese a todo decidí dejarme ayudar, lo que me ayudó a sobrellevar esa época dura fue el deporte. La fe y la familia por supuesto que también, pero eso era algo de lo que no dudaba nunca. Siempre he pensado que si algún día me tocaba vivir alguna experiencia dura, la fe y mis seres queridos me apoyarían, pero nunca pensé que el ejercicio, constante y supervisado por un profesional, con unos linfocitos bajo mínimos, podría salvar literalmente mi vida, y además minimizar los efectos secundarios de tratamientos agresivos, algo de lo que realmente puedo dar fe.

Hacer ejercicio durante el tratamiento atenúa sus efectos secundarios como la fatiga y la sensación de debilidad. Previene la cardioxicidad. Mejora la movilidad articular así como la pérdida de masa muscular. Fortaleza el sistema inmune. Ayuda a conciliar mejor el sueño. Pero lo más beneficioso, es que ayuda al estado de ánimo, algo fundamental para sobrellevar mejor el tratamiento. Todo ello en un Programa diseñado para mujeres que luchan contra el cáncer.

¿Podrías explicar cómo ha sido tu paso por nuestro centro y qué te ha dado el ejercicio en esta etapa de tu vida?

El Programa MAAM, que así es el nombre que recibe, me ofreció un programa personalizado siguiendo una serie de pautas acorde al estado en el que me encontraba en cada momento, ya que no me sentía igual a los pocos días de recibir una sesión de quimioterapia, que a la semana, o a las dos semanas de la administración de ciertas sustancias químicas.

Este trabajo se realiza con un equipo multidisciplinar donde se encuentran fisioterapeutas especializados en pacientes oncológicos. El mío se llamaba Alba, cuando hablo de ella, más que de una fisioterapeuta o de una personal training, hablo de mi psico-fisio, ya que también se trabaja durante la práctica del ejercicio, la motivación y el refuerzo personal. A ella llegué gracias a otro gran profesional, el Dr. José Luis de la Serna, médico del Programa con una espléndida trayectoria profesional a sus espaldas.

Personalmente, cuando salía de cada sesión (en mi caso iba dos, tres días semanales, dependiendo en qué tratamiento y fase del mismo me encontraba), no sólo habían desaparecido las náuseas que me provocaba el tratamiento de la quimioterapia, y no sólo salía más fuerte físicamente, si no lo que era y es más importante, es que salía mentalmente mejor y me sentía bien. El ejercicio físico y el mental van unidos, y nunca deberían terminar. Sin estos ejercicios, los músculos se aflojan y debilitan, y también las capacidades de la mente comienzan a decaer.

Mi quimioterapia duró desde diciembre a abril. Los efectos colaterales no fueron nada agradables. Pero de ninguna manera llegué a plantearme dejar el Programa. Lo único que me impidió no acudir al Programa fue la mastectomía bilateral y linfadenectomía izquierda que me realizaron en mayo del mismo año, una extirpación de ovarios a los ochos meses de esta operación, y un cambio de prótesis al año de la primera operación, en fin, lo mío fue como digo yo: un completo. Todas estas intervenciones me supuso estar de “baja” un tiempo. Aún así, el apoyo psicológico y el asesoramiento era continuo, nunca me sentí sola en ese sentido puesto que siempre estaba el equipo de MAAM súper pendiente de cómo me encontraba, y a la vez me iban indicando los pasos que debía hacer para retomar poco a poco el entrenamiento. Mi recuperación fue asombrosa, y todo gracias al ejercicio.

¿Cómo es tu vida ahora que te has incorporado al trabajo y has vuelto a tu rutina?

Dos años después, sigo teniendo una relación de amor-odio con el ejercicio, pero no concibo mi vida sin él. Soy consciente de la importancia que tiene, y que si quiero disminuir el riesgo de tener una recidiva, mantener todo el trabajo conseguido en mí brazo linfadenectomizado que fue todo un logro, y regularizar también los efectos secundarios de la hormonoterapia, no me queda otra que seguir siendo constante.

En una palabra, el deporte es MEDICINA. Y ahora, A COMENZAR!